domingo, noviembre 23, 2008

Me lo expliquen, oiga.

Lo siento, pero sigo sin entender que, a estas alturas, respetabilísimos intelectuales progresistas aún sigan hablando del giro a la derecha que supuso la política de Felipe González y el PSOE en el periodo 82-96.

A estas alturas me es indiferente ser etiquetado de derechas, de izquierdas o del Betis, pero sigo creyendo en políticas de progreso que aumenten el bienestar de la mayoría de los ciudadanos, en que la redistribución de rentas es el eje de una política de progreso, en la educación como elemento nuclear de la igualdad de oportunidades, y en que las insuficiencias del sistema democrático no lo invalidan como el que mejor nos permite convivir.

Con todo lo que haya que poner encima de la mesa de negativo, de insuficiente o de incompleto, los gobiernos del 82-96 consiguieron, en 14 años, recorrer casi el mismo tramo de carretera social que en el resto de Europa tardaron 40 años.

Si eso fue un giro a la derecha, a la izquierda, al centro, o a la séptima dimensión de la teoría de cuerdas, es bastante irrelevante. Yo lo aplaudo, por lo que tiene de sustancialmente coherente con lo que sigo creyendo. Realmente, quien crea que eso fue el producto de un giro a la derecha, y mas aún si lo cree desde posiciones de izquierda, es que la realidad de las cosas -uf, que palabra más incómoda- le preocupa menos que el azucarillo del café que se está tomando.


Me gira en la cabeza la pregunta sobre si dichos respetabilísimos intelectuales progresistas reciben comisión por seguir echándome-echándonos al infecto pozo de conversos derechizados aduladores del capitalismo neoliberal. Porque si no, es que sigo sin entenderlo.